martes, 20 de octubre de 2009

HISTORIAS DE UNA CONTADORA DE HISTORIAS EN LONDRES I


Siempre he creído que viajar es una de las grandes cosas de la vida porque el disfrute es por partida triple. A saber: mientras preparamos el viaje y soñamos con hacerlo, mientras lo estamos saboreando y viviendo y cada vez que lo recreamos en nuestro recuerdo. Los días que una pasa de viaje tienen una extraña cabida en el mapa mental de nuestro tiempo ya que desde la llegada a destino hasta el regreso se escapa de una manera tan exagerada de la rutina, se quiere aprovechar tanto cada minuto, que parece que se ha estado meses en ese lugar. Además a nuestro regreso, tenemos la sensación de que el viaje fue hace mucho tiempo cuando, a lo mejor, esa misma mañana estábamos en el otro lugar.
Cuando recorremos una ciudad la hacemos nuestra. Cada paso que damos, cada una de las imágenes que se agolpan en nuestras retinas, los olores y los sabores, los sonidos... pasan a formar parte de los archivos de nuestra memoria. Esa ciudad ya nos pertenece un poco, es algo nuestra porque tenemos recuerdos en su geografía que nos pertenecen. Así que de alguna manera nos quedamos con una pizquita suya.
Londres es una ciudad bonita. Grande pero abarcable. Allí uno se encuentra con los típicos tópicos y con muchas cosas más. Buen tiempo pese a todos los pronósticos. Poco sol, eso sí. Los londinenses no son demasiado amables. Alguno se salva pero pocos. Hasta en las guías te dicen que mejor no le sonrías a un desconocido si no quieres ligue. Ay, dios, qué sosos. Eso debe de ser porque les falta el tueste del sol. Como siempre sonrío Tailandia ha sido el país en el que me lo he pasado mejor aunque a sonrisas los tailandeses me ganan.
La experiencia ha sido muy buena. Llegamos el martes por la tarde y enseguida salimos a cenar y luego a pasear. Nos recorrimos el barrio y llegamos andando hasta Picadilly Circus mezclados con la multitud, como dos autóctonos más (de no ser por nuestro oxidado inglés). El miércoles lo pasamos entre el British Museum y el Imperial War Museum, entre callejeo y callejeo. Por la noche nos acercamos a ver Westminster y su Big Ben, el London Eye, Downing Street y toda esa zona. Al día siguiente repetimos con la luz del día y visitamos las Gabinet War Rooms, la National Gallery, Trafalgar Square, Buckingham Palace, St. James Park... y para acabar fuimos a la estación de Paddington. Por la noche el Tower Bridge. Viernes en la Tate Modern, el Tower Bridge de día, el Globe Theatre, St. Paul, Harrods y Chinatown. El sábado hasta la hora de tomar nuestro avión volvimos al British para acabar de ver las colecciones y despedirnos de la del Antiguo Egipto. Bastante aprovechado el tiempo, ¿no?

3 comentarios:

Mián Ros dijo...

Has despertado recuerdos de mi ayer: calles, colores satinados y tristes, la estatua de Peter Pan en el parque de cuyo nombre no me queda ni rastro, sino frío... Como la gélida oscuridad que recuerdo mientras caminaba al encuentro de la estampa del Tower Bridge erguido a lo lejos, negro como una sombra cual fantasma durmiendo sobre el Támesis. Horas sin sol, gente adusta que va y viene, con aspecto reservado, chaqueta a cuadros y arrastrando zapatos de cordón, vestimenta clásica de décadas pasadas, autobuses y cabinas bermellón requetepintadas, y añejos taxis (escarabajos) metidos en una época intemporal, sin lustre ni futuro; ni el poderoso tiempo será capaz de domeñar las manías inglesas.

Y sin embargo el brumoso Londres te llega a cautivar, ¿por qué?
No sé, quizá su reclamo radique en ese punto de misterio... quizá.

Me alegro que el viaje haya sido provechoso; bienvenida al país de los colores de verdad.

Mi recuerdo de Londres siempre será el frío traspasando mis vaqueros junto al eco de cuatro zapatos golpeando las calles a las cinco de la tarde; totalmente a oscuras (noche cerrada) y sin gente... (enero). Luego... luego aparece una catedral, un palacio, un gran reloj dorado y una calle desacorde (llena de letras gigantes y luminosas) a las costumbres londinenses. Tal vez mi recuerdo esté muy lejano ya... o acaso lo que digo sea veraz y siga la ciudad como la dejé yo "ayer"...

Un abrazo.

Víctor Morata Cortado dijo...

Es cierto que Londres tiene un sabor especial y que uno enseguida se hace a sus calles y ambiente. Lo de los londinenses es otra historia, pero bueno... hay un gran número de extranjeros y no sé hasta que punto quedan londinenses allí de pura cepa, jejeje. Yo lo he disfrutado cada una de las ocasiones en que he visitado la ciudad. Es un lugar con cierta magia, no sabría cómo explicarlo... en cualquier caso, me alegro de verte de vuelta y de que hayáis disfrutado del viaje que, como todos y efectivamente, vale por tres. Besos y un fuerte abrazo, Bruji.

La Bruja de Clarà dijo...

¡¡¡Qué hermosa imagen de Londres me has regalado, MiánRos!!! El Londres que yo he visitado no es tan hermoso pero como dice Víctor también tiene su encanto, algo inexplicable que lo hace apetecible y deseable. Soy una persona que siempre disfruta de las cosas, sea de un paseo por el barrio o de un viaje, y siempre saco algo positivo de todo, como con los libros, aunque no me gusten siempre me aportan algo. Sin duda esta no es la ciudad que más me gusta de las que he visitado pero no niego que me gustaría volver y seguir descubriéndola. ¿Sus habitantes? Sosetes, la verdad, poco comunicativos y hasta parece que les ofende que no hables a la perfección su idioma. Pero siempre encuentras a gente amable, poca pero también la hay. Bueno chicos, gracias por vuestros comentarios y un fuerte abrazo. Ya habéis visto que la entrada va acompañada de un I así es que seguiré torturándoos con mis impresiones de la ciudad. Sorry!!!!!!!!!! Besos a los dos.