Este verano ha sido muy intenso. La maternidad es bastante absorbente y los hijos necesitan tiempo y dedicación, más en verano que no hay cole y les puede el aburrimiento. Pero no todo va a ser niños, familia y descanso. También ha habido finales y nuevos principios. Después de acabar la primera escritura de mi nueva novela llegó el momento de decidir cuál iba a ser el siguiente proyecto. Los escritores siempre tenemos ideas en un cajón y muchas veces he estado deseando poner el punto final a una historia para embarcarme en la siguiente. Esta vez no.
Así que me puse a reescribir relatos de los muchos que tengo escritos, a deshechar otros y a acabar los que están a medias pensando en nuevos concursos a los que presentarme. Mientras lo hacía he estado pensando en qué iba a ser lo próximo. Hay algunas cosas esperando a que llegue el momento de contarlas pero nada perentorio. Por eso he decidido darle una nueva oportunidad a mi novela inacabada La hija del escriba, aquella que empecé hace mucho tiempo y que dejé esperando, aquella que retomé y volví a abandonar pero nunca del todo. Incluso tiene su blog http://lahijadelescriba.blogspot.com.es/ por si os interesa saber más.
El fin de semana lo he pasado en Madrid y entre los muchos amigos a los que he visto está el escritor Carlos Hugo Asperilla al que tal vez conozcáis por su novela Rosas blancas para Wolf ganadora del Yoescribo.com de novela en 2007 y reeditada por La Esfera de los Libros. Con él fui a visitar el templo de Debod, buscando inspiración y nuevas motivaciones para ponerme una vez más con mi eterna novela sobre el Antiguo Egipto. Con él, también, he podido conversar sobre libros, proyectos, ilusiones y decepciones. Y para poner el broche de oro a nuestro encuentro un bocata de calamares frente a la estación de Atocha. He vuelto con las baterías cargadas para encarar el mes de septiembre con ganas.
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