Los
lectores y lectoras de El pasajero 2228 preguntan.
¿Cómo
y cuándo empezó a formarse esa historia en tu cabecita locuela?
¿Habrá segunda temporada?
Pues el cómo tiene más o menos
su explicación, pero el cuándo es difícil de establecer en el
tiempo.
Desde
muy pequeña he sentido fascinación por el Antiguo Egipto; mi primer
libro sobre el tema lo compré cuando tenía once años, así que ha
sido una constante en mi vida: siempre
había
querido
escribir sobre ello. Por otro lado, hace un tiempo leí una antología
maravillosa, La
maldición de la momia
de la editorial Valdemar, en cuyo prólogo, también estupendo, se
explicaba que así como del resto de monstruos clásicos existe un
libro de referencia (Drácula
de Bram Stoker, Frankestein
de Mary Shelley…) no ocurría lo mismo con la momia. Me pareció
significativo y
pensé que estaría bien escribir una historia sobre momias.
Más tarde me topé con la leyenda del pasajero 2228 del Titanic en
internet y todo eso empezó a cocerse en mi cabeza sin yo saberlo. En
2014 hice el primero de tres cursos de Egiptología de la UAB y
supongo que me envalentoné. Pensé que era el
momento, tenía
una buena historia y me apetecía contarla.
En cuanto a si habrá segunda
temporada, no lo sé. En un principio está concebida como una
historia independiente pero todo dependerá de las musas y de que
encuentre una historia a la altura de Belinda Afroudakis y me atreva
a contarla.
Una
parte de la acción transcurre en Egipto y la historia tiene mucho
que ver con la cultura antigua de ese país. ¿Has estado alguna vez
en Egipto? Si es así, explica tu experiencia allí, qué visitaste,
qué te gustó más, qué tipo de viaje hiciste…
Pues
no, jamás he estado en Egipto más que con la imaginación. Y no por
falta de ganas. Tres veces me he quedado a punto, pero no. Es el
viaje de mi vida, espero poder hacerlo algún día, aunque me da un
poco de miedo llevarme una decepción porque llevo mucho tiempo
soñando con ello y lo he idealizado muchísimo. Si voy algún día,
me encantaría hacer un viaje en plan misión arqueológica, de esos
que organizan universidades u otras entidades que tienen que ver con
la egiptología. Imagino que alucinaré y me gustará todo, capaz que
me da un síndrome de Sthendal.
¿Existen
realmente las bacterias propias del tal buque, por no hacer spoiler,
o es una licencia literaria?
La
halomonas titanicae existe
de verdad. Las descubrieron en el año 2010 investigadores de
la Universidad
de Dalhousie
en
Canadá
y de la Universidad de Sevilla.
Pero,
vamos, que si hubiera sido necesario me la podría
haber
inventado.
¿De
dónde sacaste la información de anatomía y pruebas de diagnóstico?
¿Te
gusta la parte médica?
Es
complicado decirte exactamente de dónde porque las fuentes fueron
muchas. Libros, internet, consultas a expertos… incluso eché mano
de los apuntes de unas conferencias sobre antropología forense a las
que asistí en el Museo Arqueológico de Barcelona hace muchos años.
La
parte médica no me apasiona especialmente, pero sí todo lo referido
a la aplicación de la tecnología médica en el campo de los
descubrimientos arqueológicos. Es muy interesante todo lo que se
puede llegar a deducir a partir de los restos que nos llegan del
pasado a través de pruebas diagnósticas. En este caso era una parte
fundamental de la trama y disfruté muchísimo con todo el proceso
documental.
¿Con
cuál de tus personajes te identificas? ¿Cuál de ellos es tu alter
ego?
Soy
un poco Belinda Afroudakis y un poco AmenRa. A una la doté de mi
pasión por la egiptología y la arqueología en general; con la otra
di rienda suelta a mis instintos asesinos más ocultos y he de
reconocer que disfruté muchísimo siendo ella.
¿Es
cierto que existe una leyenda de la momia del Titanic? De existir, ¿a
dónde ha ido a parar la momia?
Sí,
es cierto que existe, como tantas y tantas otras leyendas que tienen
que ver con el malogrado transatlántico. Su
protagonista es
la conocida como Unlucky
Mummy que
se encuentra en el British Museum. En la red se pueden encontrar mil
versiones diferentes de la leyenda de su maldición. En caso de ser
cierta esa leyenda, la momia hubiera ido a parar al fondo del océano
Atlántico donde reposa el barco. Y tú dirás, “si está en el
Museo Británico no puede estar en el fondo del océano”. Pues
podría estar porque, en realidad, lo que se conserva en el museo no
es la momia sino la tapa de su sarcófago.
Y
como pregunta para volverte loca, hablando de tu anterior libro,
¿plasmarías la “deficiencia” con un estudio médico,
psicológico y social de tu otro personaje principal, Ginés, de “El
domador de lagartijas”?
No,
no lo creo, no domino esas materias como para marcarme un estudio. Es
cierto que la diferencia, más que “deficiencia”, de Ginés, su
especial humanidad y su lugar en la sociedad y el tiempo que le
tocaron vivir se podrían plasmar en un estudio, claro, pero creo que
dicen mucho más de él su forma de actuar y su voz en la novela. De
una manera simple y llana, sin necesidad de terminologías propias de
ese tipo de estudios.
¿Te
supuso mucho dolor de alma escribir El domador de lagartijas? ¿Supuso
una especie de alivio y liberación? ¿Un perdono pero no olvido?
Resumiendo, ¿qué sentimientos te produjo?
Escribí
El domador de lagartijas en recuerdo a mi abuelo materno, como
una especie de homenaje a él y a todos los que perdieron la Guerra
Civil. Mi abuelo fue una persona muy importante en mi vida. La suya
fue la primera muerte cercana que me tocó vivir y me marcó
profundamente. Como escritora había pensado más de una vez escribir
sobre él pero no encontraba la manera. Cuando al final convertí mi
propia memoria en ficción, cuando encontré la forma de hacerlo a
través de Ginés y Aurora, de Cosme, Mateo y Lilith, tuve que hacer
un importante ejercicio de introspección, de buscar en mis recuerdos
y en mis emociones. Intenté sentir en carne propia la impotencia de
haber perdido cuando se lucha por una causa justa, el despertar
dramático de un sueño, la humillación… En fin, muchísimas
cosas. Todo el proceso de documentación me llevó a experimentar mil
emociones. Me vi indagando en el Archivo de la Causa General donde
encontré algunos documentos que hablaban de mi abuelo y mientras lo
hacía me daba miedo lo que pudiera llegar a encontrar. Investigué
el pueblo del que procede mi familia materna y en una página de
memoria histórica hallé una fotografía en la que también estaba
mi abuela a la que no llegué a conocer. Fueron muchas y muy diversas
las emociones; incluso mientras releía la novela para reescribir y
corregir había momentos en los que me emocionaba y me entraban ganas
de llorar.
A
pesar de todo fue un trabajo muy enriquecedor además de terapéutico,
también muy sentido. Un poco un testimonio de lo que pasó y también
de mi postura frente a ello.
¿Tienes
algún nuevo proyecto entre manos? ¿En qué nueva historia estás
trabajando?
Sí,
alguno que otro. De momento trabajo en la precuela de El domador
de lagartijas y empiezo a darle vueltas a su continuación. No
concebí la historia para que tuviera varias entregas, pero “por
culpa” de los lectores acabará convertida en una trilogía. En un
club de lectura en Roda de Berà, mientras los demás participantes
me decían que les apetecería leer una segunda parte del libro, una
lectora comentó que a ella quien realmente le interesaba era el
personaje de la Úrsula, y que le gustaría saber cómo había
llegado a ser quien era. Me pareció muy buena idea.
Paralelamente
estoy trabajando en un libro de relatos que tiene como título
provisional Todos los muertos y que nace de mi afición por la
escultura funeraria y los cementerios. Y más cosas, pero de momento
estos son los dos proyectos que ya están tomando forma.