jueves, 11 de febrero de 2021

LOS LECTORES Y LECTORAS PREGUNTAN

 


Los lectores y lectoras de El pasajero 2228 preguntan.

¿Cómo y cuándo empezó a formarse esa historia en tu cabecita locuela? ¿Habrá segunda temporada?

Pues el cómo tiene más o menos su explicación, pero el cuándo es difícil de establecer en el tiempo.

Desde muy pequeña he sentido fascinación por el Antiguo Egipto; mi primer libro sobre el tema lo compré cuando tenía once años, así que ha sido una constante en mi vida: siempre había querido escribir sobre ello. Por otro lado, hace un tiempo leí una antología maravillosa, La maldición de la momia de la editorial Valdemar, en cuyo prólogo, también estupendo, se explicaba que así como del resto de monstruos clásicos existe un libro de referencia (Drácula de Bram Stoker, Frankestein de Mary Shelley…) no ocurría lo mismo con la momia. Me pareció significativo y pensé que estaría bien escribir una historia sobre momias. Más tarde me topé con la leyenda del pasajero 2228 del Titanic en internet y todo eso empezó a cocerse en mi cabeza sin yo saberlo. En 2014 hice el primero de tres cursos de Egiptología de la UAB y supongo que me envalentoné. Pensé que era el momento, tenía una buena historia y me apetecía contarla.

En cuanto a si habrá segunda temporada, no lo sé. En un principio está concebida como una historia independiente pero todo dependerá de las musas y de que encuentre una historia a la altura de Belinda Afroudakis y me atreva a contarla.

Una parte de la acción transcurre en Egipto y la historia tiene mucho que ver con la cultura antigua de ese país. ¿Has estado alguna vez en Egipto? Si es así, explica tu experiencia allí, qué visitaste, qué te gustó más, qué tipo de viaje hiciste…

Pues no, jamás he estado en Egipto más que con la imaginación. Y no por falta de ganas. Tres veces me he quedado a punto, pero no. Es el viaje de mi vida, espero poder hacerlo algún día, aunque me da un poco de miedo llevarme una decepción porque llevo mucho tiempo soñando con ello y lo he idealizado muchísimo. Si voy algún día, me encantaría hacer un viaje en plan misión arqueológica, de esos que organizan universidades u otras entidades que tienen que ver con la egiptología. Imagino que alucinaré y me gustará todo, capaz que me da un síndrome de Sthendal.

¿Existen realmente las bacterias propias del tal buque, por no hacer spoiler, o es una licencia literaria?

La halomonas titanicae existe de verdad. Las descubrieron en el año 2010 investigadores de la Universidad de Dalhousie en Canadá y de la Universidad de Sevilla. Pero, vamos, que si hubiera sido necesario me la podría haber inventado.

¿De dónde sacaste la información de anatomía y pruebas de diagnóstico? ¿Te gusta la parte médica?

Es complicado decirte exactamente de dónde porque las fuentes fueron muchas. Libros, internet, consultas a expertos… incluso eché mano de los apuntes de unas conferencias sobre antropología forense a las que asistí en el Museo Arqueológico de Barcelona hace muchos años.

La parte médica no me apasiona especialmente, pero sí todo lo referido a la aplicación de la tecnología médica en el campo de los descubrimientos arqueológicos. Es muy interesante todo lo que se puede llegar a deducir a partir de los restos que nos llegan del pasado a través de pruebas diagnósticas. En este caso era una parte fundamental de la trama y disfruté muchísimo con todo el proceso documental.

¿Con cuál de tus personajes te identificas? ¿Cuál de ellos es tu alter ego?

Soy un poco Belinda Afroudakis y un poco AmenRa. A una la doté de mi pasión por la egiptología y la arqueología en general; con la otra di rienda suelta a mis instintos asesinos más ocultos y he de reconocer que disfruté muchísimo siendo ella.

¿Es cierto que existe una leyenda de la momia del Titanic? De existir, ¿a dónde ha ido a parar la momia?

Sí, es cierto que existe, como tantas y tantas otras leyendas que tienen que ver con el malogrado transatlántico. Su protagonista es la conocida como Unlucky Mummy que se encuentra en el British Museum. En la red se pueden encontrar mil versiones diferentes de la leyenda de su maldición. En caso de ser cierta esa leyenda, la momia hubiera ido a parar al fondo del océano Atlántico donde reposa el barco. Y tú dirás, “si está en el Museo Británico no puede estar en el fondo del océano”. Pues podría estar porque, en realidad, lo que se conserva en el museo no es la momia sino la tapa de su sarcófago.

Y como pregunta para volverte loca, hablando de tu anterior libro, ¿plasmarías la “deficiencia” con un estudio médico, psicológico y social de tu otro personaje principal, Ginés, de “El domador de lagartijas”?

No, no lo creo, no domino esas materias como para marcarme un estudio. Es cierto que la diferencia, más que “deficiencia”, de Ginés, su especial humanidad y su lugar en la sociedad y el tiempo que le tocaron vivir se podrían plasmar en un estudio, claro, pero creo que dicen mucho más de él su forma de actuar y su voz en la novela. De una manera simple y llana, sin necesidad de terminologías propias de ese tipo de estudios.

¿Te supuso mucho dolor de alma escribir El domador de lagartijas? ¿Supuso una especie de alivio y liberación? ¿Un perdono pero no olvido? Resumiendo, ¿qué sentimientos te produjo?

Escribí El domador de lagartijas en recuerdo a mi abuelo materno, como una especie de homenaje a él y a todos los que perdieron la Guerra Civil. Mi abuelo fue una persona muy importante en mi vida. La suya fue la primera muerte cercana que me tocó vivir y me marcó profundamente. Como escritora había pensado más de una vez escribir sobre él pero no encontraba la manera. Cuando al final convertí mi propia memoria en ficción, cuando encontré la forma de hacerlo a través de Ginés y Aurora, de Cosme, Mateo y Lilith, tuve que hacer un importante ejercicio de introspección, de buscar en mis recuerdos y en mis emociones. Intenté sentir en carne propia la impotencia de haber perdido cuando se lucha por una causa justa, el despertar dramático de un sueño, la humillación… En fin, muchísimas cosas. Todo el proceso de documentación me llevó a experimentar mil emociones. Me vi indagando en el Archivo de la Causa General donde encontré algunos documentos que hablaban de mi abuelo y mientras lo hacía me daba miedo lo que pudiera llegar a encontrar. Investigué el pueblo del que procede mi familia materna y en una página de memoria histórica hallé una fotografía en la que también estaba mi abuela a la que no llegué a conocer. Fueron muchas y muy diversas las emociones; incluso mientras releía la novela para reescribir y corregir había momentos en los que me emocionaba y me entraban ganas de llorar.

A pesar de todo fue un trabajo muy enriquecedor además de terapéutico, también muy sentido. Un poco un testimonio de lo que pasó y también de mi postura frente a ello.

¿Tienes algún nuevo proyecto entre manos? ¿En qué nueva historia estás trabajando?

Sí, alguno que otro. De momento trabajo en la precuela de El domador de lagartijas y empiezo a darle vueltas a su continuación. No concebí la historia para que tuviera varias entregas, pero “por culpa” de los lectores acabará convertida en una trilogía. En un club de lectura en Roda de Berà, mientras los demás participantes me decían que les apetecería leer una segunda parte del libro, una lectora comentó que a ella quien realmente le interesaba era el personaje de la Úrsula, y que le gustaría saber cómo había llegado a ser quien era. Me pareció muy buena idea.

Paralelamente estoy trabajando en un libro de relatos que tiene como título provisional Todos los muertos y que nace de mi afición por la escultura funeraria y los cementerios. Y más cosas, pero de momento estos son los dos proyectos que ya están tomando forma.


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