Por fin Víctor Jara ha tenido el adiós que se merecía: en compañía de quienes le amaron y a plena luz del día. Ayer, 36 años después de su asesinato, miles de personas le acompañaron a la que será su última y definitiva morada. Para quienes no sepan de él, Jara fue en vida un símbolo para los seguidores del presidente Allende y tras su muerte se ha convertido en un mito para todos los que creemos en la democracia, la justicia y la libertad.
Víctor Jara fue asesinado por los acólitos del golpista Pinochet apenas unos días después de perpetrado el golpe de estado que significó la época más oscura de la historia de Chile. 43 balazos pusieron fin a su vida. Cuentan que le reventaron la boca para acallar su voz. Dicen que le machacaron las manos a golpes para que no pudiera empuñar su arma más poderosa: su guitarra. Hallaron su cuerpo abandonado y le enterraron a escondidas acompañado de su mujer, Joan Turner, y un par de amigos en el lugar al que regresó ayer.
Su cuerpo ha sido exhumado para poder hacer una autopsia que ayude a encontrar a sus asesinos y a juzgarles. Desgraciadamente hay pocas experanzas de que eso ocurra. Son muchos los crímenes de lesa humanidad que no tendrán jamás su justo castigo. Son muchos los culpables que viven mientras de sus víctimas sólo permanece el dolor de sus seres queridos. Son muchos los dictadores que han muerto y morirán de viejos, tranquilamente, en sus camas... Frente a eso la impotencia. Cuesta creer que vivamos en un mundo en el que estas cosas siguen pasando. Duele pensarlo.
Víctor Jara es un símbolo por eso quise convertirle en personaje de mi novela. Es por eso también que su figura me es muy cercana y me emociono con su música y todo lo que tenga algo que ver con él ya que lo considero un poco mío. Hoy me he emocionado y he llorado al ver las imágenes de lo sucedido ayer. Hoy mi corazón se ha sentido chileno, tanto como me sintió hace unos años cuando escribía "El susurro de los árboles".
Hace un tiempo, cuando se publicó mi novela, alguien me dijo que el tema era un rollazo y que nunca escribiría sobre algo así. Siento la falta de sensibilidad de esa persona, que además quiere ser escritor, y que a causa de esa carencia no creo que nunca llegue a serlo. En mi caso, escribo sobre lo que me toca el alma, porque la tengo. Mi prosa es mi voz y la uso como mejor sé, para gritar contra lo que se rebela mi corazón cuando no puedo hacer nada más que gritar. Mi novela es mi grito desesperado ante la injusticia. Mi susurro es el tributo a todos aquellos que sufrieron y a los que ya poco más les queda que el dolor y la ausencia de aquellos a los que amaron. Cada día que pasa me siento más satisfecha de haber escrito "El susurro de los árboles" aunque lo hayan acusado de no haber sido publicado "como Dios manda". Larga vida a Víctor Jara que se ha hecho inmortal en nuestro recuerdo.
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