Como dijo Milan Kundera :"En el álgebra del amor el hijo es el signo mágico de la suma de dos seres." Siempre me ha gustado esta frase. Es verdad que un hijo es la mayor prueba de amor que existe, ya no sólo entre dos personas que se aman, sino de una mujer hacia ese ser que recién llega a tu vida y que te la cambiará, tanto que no volverás a reconocerla y ya nunca más te pertenecerá.
Siempre quise ser madre. No sé si es instinto, necesidad o uno de mis muchos sueños. Pasados los 30 el reloj biológico empezó a dejar salir su escandaloso cuco a todas horas. Pero no se daban las condiciones necesarias y lo dejé pasar. Ya casi había abandonado la idea de ser madre cuando en el 2006 supe que estaba embarazada. Recogí mi primer premio literario, La Rosa de Barcelona, con Lluna en mi vientre aunque aún no lo sabía.
En la primavera del 2007, justo cuando empiezan a salir las flores, Lluna llegó a mi vida. Ser madre es un trabajo duro, difícil de ejercer porque nadie nos ha enseñado cómo debemos hacerlo, cansado porque se es mamá las 24 horas del día y, a veces, un trabajo muy ingrato porque además de tener que hacer muchas renuncias no está remunerado. Por si fuera poco, conforme el bebé va creciendo disminuye el tiempo libre y aumentan las complicaciones.
¿Cómo hacer para seguir adelante con una carrera literaria que apenas comienza y cuidar a un bebé al mismo tiempo? Existen las guarderias y los abuelos, cierto. Mis padres viven lejos y mi mecenas "amb prou feines" paga las letras, las facturas y nos mantiene (toda una hazaña en estos tiempos de crisis). Sin guardería ni abuelos la vida de la escritora que empieza se complica y se convierte en una carrera contra reloj para poder atender la casa, la niña, el trabajo de periodista free-lance, intentar hacer contactos y, por si fuera poco, seguir escribiendo.
Se suele decir que las niñas son más tranquilas, no me lo creo. Que cuando se hacen un poco mayores se entretienen solos, eso aún está por ver. Lluna se entretiene cinco minutos haciendo cosas que puede hacer, el resto del tiempo prefiere dedicarlo a explorar nuevos mundos y los límites de mi paciencia. Luego están sus deportes favoritos. Entre ellos meter cosas dentro de la impresora (monedas, por ejemplo), abrir los cajones y sacar todo lo que hay dentro, torturar al bueno de Max, pintar por todas partes (colchas, sillas, muñecos...).
Con todo y así una sigue en su empeño. Como me dijo hace poco mi amiga Anna Serramià, en tiempos de Carmen Martín Gaite las cosas eran más difíciles que ahora y ella lo consiguió. Ella y tantas otras, y entonces no había lavadoras, pañales desechables, microondas, ordenadores... O sea, moraleja, me tengo que poner las pilas y empezar con esa novela que ya me están pidiendo a gritos mis lectores amigos. Pues eso. Dejo el blog y el Facebook y me pongo a ello.
Créeme que todas las que hemos tenido hijos, hemos superado la prueba y hemos sobrevivido. Sólo queda tomar decisiones y escoger qué es lo más importante en este momento. Una guardería nunca les sienta mal pero también hay que compartir estos momentos con ellos que jamás volverán.
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